Empezaría con un beso, que no está nada mal, un beso es casi siempre el comienzo de algo bueno.
Por ti dejaría los cigarrillos, las drogas, el alcohol y otros vicios y dejaría de desviar la mirada hacia otras personas.
Por ti cambiaría a mitad de la madrugada los pañales de los niños que tuviéramos, he iría a un concierto de tu música favorita, género que no acabo de entender y nunca entenderé, porque es tan extraño al igual que tú.
Por estar contigo asistiría a los almuerzos familiares de Domingo y al final del día, pese al horror de un nuevo Lunes a la vuelta de la esquina, te haría el amor toda la noche para luego prepararte la cena, suena fácil pero no creas, por muy deseable que seas, cocinar después del sexo significa un gran esfuerzo para alguien como yo.
Por el privilegio de estar a tu lado aguantaría tus cambios de humor, tu estrés imparable, tus locuras y problemas, alguna llamada de un antiguo amor, tu trabajo absorbente y hasta los momentos de malparidez que todos tenemos. Solo a ti te cuidaría en una prolongada estancia en el hospital o de alguna terrible resaca.
Por ir detrás tuyo cogería un avión a países que la comunidad internacional recomienda no visitar, Irak, Sudán y Yemen incluidos, ya vivimos en Colombia, que no es que tenga mucho prestigio, así que el cambio sería imperceptible.
Yo podría amarte toda la vida, eso sí, y todo hay que decirlo, solo estaría en capacidad de hacerte feliz durante un año, año y medio en el mejor de los casos, pero seriamos felices.
Por estar a tu lado aceptaría que el Padre Chucho nos casara, y también haría cosas que no tienen que ver con el amor, leería más y estaría menos tiempo en la computadora, compraría un apartamento a quince años, votaría, sería más juiciosa y responsable, le bajaría a la sal y al azúcar para vivir más y mejor, regalaría el X-box a los pobres, o a los ricos, no me importa.
Lo malo es que la tan anhelada Tercera Guerra Mundial se está fraguando en Medio Oriente, y si así siguen las cosas tú y yo no vamos a llegar ni al beso.
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