El teléfono no suena. Ella no llama. Tus días se infectan de tristeza. Estás enfermo. La felicidad era ella. Tus días se pudren con su recuerdo. La felicidad era su piel blanca. La felicidad era un cigarrillo, una cerveza, un beso, una película. La felicidad era escuchar su voz. Pero el teléfono no suena. Ella no llama. Estás enfermo. Encendés la tele. Ves una película llamada "Felicidad", dirigida por Todd Solondz. Esa película es la tristeza. Esa película sos vos: la derrota, un hombre disparando un fusil contra niños inocentes en un parque, un hombre que cuelga de una soga. La muerte es un instante. La felicidad es un instante. Ella fue ese instante maravilloso; sexo, cine y nicotina.
Te odiás, porque fuiste vos quien dijo: -"olvidá esto"-.
Y ahora ella te ha olvidado, y también la odiás. El teléfono no suena. Ella no llama. La felicidad era su voz dulce. La felicidad era un dulce de mora cubierto de chocolate. La felicidad era ver esa película llamada "Chocolate", dirigida por Lasse Hallström. Esa película es la esperanza. Esa película es ella: un chocolate relleno de sangre, una mujer que huye, una mujer que olvida. Estás enfermo y ella es tu única esperanza. Pero Ella no llama. La esperanza no es la felicidad. La esperanza es un sueño. La esperanza es un teléfono que no suena, una voz ahogada al otro lado de la línea. Esta esperanza es peor que la muerte. Estás enfermo. Ella no llama… entonces, fatigado de este largo sueño, comprenderás que una soga es la llave; y la muerte, el despertar.
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