Estás ante el teléfono. Los pedazos de lo que alguna vez fue un bello pingüinito de porcelana están desperdigados por toda la habitación. Encendés un cigarrillo. El teléfono no suena. En un cajón buscás una fotografía de ella. Ella no llama. La fotografía es hermosa. El teléfono no suena. Ella no llama. La fotografía te llena de ira. El humo del cigarrillo sale en bocanadas asfixiantes. Ella no llama. La fotografía te agobia.
-"Tantos recuerdos"- pensás.
El teléfono no suena. Pero pronto sonará, y será ella; entonces pensás decirle: -"¡andate a la mierda, perra!"-
Mirás la fotografía.
-"Puta hermosa"- pensás.
El humo del cigarrillo llena la habitación. El teléfono no suena.
-"Tanto que la amé"- pensás (porque esa carne fue amada).
Una lágrima. Ella no llama. Una bocanada de humo te asfixia. Otra lágrima asfixia el humo tenue del cigarrillo. El teléfono no suena. Apagás el cigarrillo contra la fotografía, contra su hermosa cara de puta, contra sus tetas blancas, contra esa carne que no vas a olvidar nunca. Ella no llama.
Pero cuando llame oirá tu voz gimiendo: -"¡no consigo odiarte, aunque no seás más que vómito de perra, menstruación de puta!"-
El teléfono no suena. Un perro ladra en la calle. Pero en la habitación todo es silencio. Mirás los restos del pingüinito de porcelana y recordás la película con pingüinos tiernos que viste con Ella. Encendés otro cigarrillo. Una bocanada. La asfixia. Otra lágrima. Mirás la fotografía destrozada, los pedacitos de porcelana, el humo del cigarrillo. Pero ella no llama.
-"¡Conocí los pingüinos de verdad, y deseé estar ahí con vos, y que también los conocieras; pero seguramente en ese momento algún hippie harapiento te estaba lamiendo el culo!"- le dirías ahora… si llamara.
Pero el puto teléfono no suena. Y no vas a ser vos quien llame. Entonces se te hiela el alma. Apagás el cigarrillo contra tu piel, y cogés el maldito teléfono y lo lanzás contra la misma pared en la que el pingüinito de porcelana se extinguió. Otra lágrima. Un dolor que te asfixia. Las partes del teléfono esparcidas por la habitación. La piel flagelada. El recuerdo de ella.
Querés decirle: -"puta hermosa, te amo"- Pero pensás que ya no importa, porque tal vez jamás llame.
No hay comentarios:
Publicar un comentario