14 de abril de 2014

ESQUIZOFRENIA

Estas en una esquina, te encuentras atrapada. Atrapada por tus propios pensamientos, acorralada como un vil animal que es presa de sus propios miedos, como un miserable mendigo que se esconde de la realidad, esa realidad de la que tanto quieres escapar. Ahí en ese oscuro rincón te encuentras, golpeando tu cabeza contra la pared
-uno, dos, tres- vas diciendo en voz alta como si alguien pudiera escucharte, pero las voces aun siguen hablando, te persiguen, te critican, te humillan, te avergüenzan, te juzgan, te hacen dudar y tu solo quieres hacer que paren
-¡cállense!- gritas al aire en un momento de desesperación, como si esto lo solucionara todo 
-estas sola, no seas imbécil- te dices a ti misma en un episodio de cordura
Es en ese preciso momento cuando la tensión aumenta y las voces comienzan a gritar aun mas fuerte
-¡cuatro, cinco, seis!- intentas concentrarte y sigues golpeando tu cabeza contra la pared.
Te duele la frente, pero aun así sigues golpeándola contra la pared para que las voces cesen, pero cada vez gritan mas fuerte. 
¿Trataran de decirte algo? no lo crees, solo quieres dejar de escucharlas 
-siente, ocho, nueve... ¡DIEZ!- 
Un silencio te invade, una paz y una tranquilidad inmensa inundan la habitación, el dolor en tu cabeza es mas intenso, sientes que en cualquier momento va a reventar, pero valió la pena cada golpe, las voces se callaron, ahora todo es silencio. Te levantas del suelo y te miras al espejo, sonríes mientras una ligera linea de sangre sale de tu frente y recorre tu rostro.